jueves, 25 de abril de 2013

El carretón

EL CARRETÓN (Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero)

San Miguel de Acarigua, pueblo indígena, fundado el 29 de septiembre de 1620 por Francisco de Hoz  Berrío  en las riberas del río Bocoy, arriba de la sabana de Choro, huyendo a las invasiones continuas de Los Caribes y bajo la orientación del Licenciado Diego de Heredia de Berganciano, su cura doctrinero, en 1645, esta población formada por indios Gallones, fue traslada a la margen izquierda del río Acarigua, en el lugar que aún hoy se denomina Asiento del Pueblo Viejo. En tiempo de lluvias el pueblo sufría de frecuentes inundaciones, lo que obligó al Padre Fernando de Heredia a mudarlo para un lugar que llamaban Araure, donde no existía pueblo alguno, pues la villa que tomó ese nombre fue fundada 1696 por el Misionero Capuchino Fray Ildefonso  de Zaragoza en las inmediaciones de la quebrada de Armo, meses después en 1697 fue mudada, arbitrariamente, por Juan García Campero al margen de la quebrada de Araure, en tierras de San Miguel de Acarigua, destruyendo sus siembras y despertando la ira de los pobladores de este pueblo indígena. De allí ese enfrentamiento que a través de la historia y de manera casi inconsciente han presentado estas ciudades gemelas, como las llaman en la actualidad. Rivalidad que se traduce en comparaciones diarias que hacen tanto acarigüeños  como arureños. Resaltando las bondades de cada pueblo, dejando velar ese resentimiento ancestral que, de acuerdo al nivel cultural y al acentuado localismo que caracterice a los opositores, puede tornarse en riña peligrosa.

EL CARRETÓN
En Acarigua, pueblo hospitalario, con pasado de mudanzas e invasiones, también existen leyendas misteriosas que han vencido al tiempo y aún viven en el recuerdo de algunas de sus víctimas. Sara Marina de Medina, profesora de la Unidad Educativa “Ramón Colmenárez” y Rosa Medina, su cuñada, narraron que una noche, en el año 1958, viviendo ellas en la antigua calle 7de Acarigua, hoy calle 32 y siendo como la una de la madrugada, estaban en la calle, sentadas sobre un medidor de agua, auxiliadas con la luz de un poste del alumbrado público, bordando sabanas (las cuales confeccionaban y vendían a 40 bolívares el juego). Se encontraban conversando animadamente, de pronto el niño pequeño de Sara lloró dentro de la casa y ellas rápidamente recogieron el material y se fueron a la cocina para prepararle el tetero. Inmediatamente sintieron que por la calle pasó algo así como un carro de mula, con ruedas de hierro que sonaban estruendosamente sobre la calle de piedra. Al día siguiente  hicieron el comentario de lo que habían oído y Doña Petra de Parra les dijo: Ese es El Carretón,  el mismo donde llevaban los muertos cuando la fiebre amarilla y como esta es la calle del cementerio, por aquí siempre se escucha.
La difunta Doña María de la Cruz Parra, quien también vivía en la antigua calle 7 de Acarigua, contaba que una noche, como a las doce, estaba ya acostada, oyó el ruido inconfundible de una carreta, pues se oía el traqueteo de sus ruedas de hierro sobre la calle de piedra. Sin temor, sino presa de la curiosidad, se levantó y sin pensarlo mucho entreabrió la ventana y se asomó y por poco cae desmayada cuando vio que sobre un caballo flaco que guiaba la carreta iba sentado un hombre semejante a un esqueleto, desnudo y en posición contraria a la de un jinete normal. Es decir, estaba sentado de frente a la grupa del animal. De allí en adelante, atemorizada no pudo dormir.

Ana Belén Amor Garcia

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