EL CARRETÓN (Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero)
San Miguel de Acarigua, pueblo indígena, fundado el 29 de septiembre de 1620 por Francisco de Hoz Berrío en
las riberas del río Bocoy, arriba de la sabana de Choro, huyendo a las
invasiones continuas de Los Caribes y bajo la orientación del Licenciado
Diego de Heredia de Berganciano, su cura doctrinero, en 1645, esta
población formada por indios Gallones, fue traslada a la margen
izquierda del río Acarigua, en el lugar que aún hoy se denomina Asiento
del Pueblo Viejo. En tiempo de lluvias el pueblo sufría de frecuentes
inundaciones, lo que obligó al Padre Fernando de Heredia a mudarlo para
un lugar que llamaban Araure, donde no existía pueblo alguno, pues la
villa que tomó ese nombre fue fundada 1696 por el Misionero Capuchino
Fray Ildefonso de Zaragoza en las inmediaciones
de la quebrada de Armo, meses después en 1697 fue mudada,
arbitrariamente, por Juan García Campero al margen de la quebrada de
Araure, en tierras de San Miguel de Acarigua, destruyendo sus siembras y
despertando la ira de los pobladores de este pueblo indígena. De allí
ese enfrentamiento que a través de la historia y de manera casi
inconsciente han presentado estas ciudades gemelas, como las llaman en
la actualidad. Rivalidad que se traduce en comparaciones diarias que
hacen tanto acarigüeños como arureños. Resaltando
las bondades de cada pueblo, dejando velar ese resentimiento ancestral
que, de acuerdo al nivel cultural y al acentuado localismo que
caracterice a los opositores, puede tornarse en riña peligrosa.
EL CARRETÓN
EL CARRETÓN
En
Acarigua, pueblo hospitalario, con pasado de mudanzas e invasiones,
también existen leyendas misteriosas que han vencido al tiempo y aún
viven en el recuerdo de algunas de sus víctimas. Sara Marina de Medina,
profesora de la Unidad Educativa “Ramón Colmenárez” y Rosa Medina, su
cuñada, narraron que una noche, en el año 1958, viviendo ellas en la
antigua calle 7de Acarigua, hoy calle 32 y siendo como la una de la
madrugada, estaban en la calle, sentadas sobre un medidor de agua,
auxiliadas con la luz de un poste del alumbrado público, bordando
sabanas (las cuales confeccionaban y vendían a 40 bolívares el juego).
Se encontraban conversando animadamente, de pronto el niño pequeño de
Sara lloró dentro de la casa y ellas rápidamente recogieron el material y
se fueron a la cocina para prepararle el tetero. Inmediatamente
sintieron que por la calle pasó algo así como un carro de mula, con
ruedas de hierro que sonaban estruendosamente sobre la calle de piedra.
Al día siguiente hicieron el comentario de lo que habían oído y Doña Petra de Parra les dijo: Ese es El Carretón, el
mismo donde llevaban los muertos cuando la fiebre amarilla y como esta
es la calle del cementerio, por aquí siempre se escucha.
La
difunta Doña María de la Cruz Parra, quien también vivía en la antigua
calle 7 de Acarigua, contaba que una noche, como a las doce, estaba ya
acostada, oyó el ruido inconfundible de una carreta, pues se oía el
traqueteo de sus ruedas de hierro sobre la calle de piedra. Sin temor,
sino presa de la curiosidad, se levantó y sin pensarlo mucho entreabrió
la ventana y se asomó y por poco cae desmayada cuando vio que sobre un
caballo flaco que guiaba la carreta iba sentado un hombre semejante a un
esqueleto, desnudo y en posición contraria a la de un jinete normal. Es
decir, estaba sentado de frente a la grupa del animal. De allí en
adelante, atemorizada no pudo dormir.Ana Belén Amor Garcia
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